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Convergencia digital: La era del empoderamiento de los usuarios

La era digital ha transformado la relación que se tiene con los medios de comunicación. 



La revolución digital –que algunos también llaman tercera revolución industrial– es un proceso cuyos inicios pueden rastrearse hasta la década de 1940, con la invención de la primera computadora electrónica. Desde entonces, la tecnología digital se ha desarrollado a una velocidad vertiginosa. El nuevo milenio trajo consigo un fenómeno que hoy es componente intrínseco de lo que entendemos por comunicación digital: la convergencia mediática. Esto es, en palabras de Henry Jenkins (2006), “el flujo de contenido a través de múltiples plataformas mediáticas, la cooperación entre múltiples industrias mediáticas y el comportamiento migratorio de las audiencias mediáticas, dispuestas a ir casi a cualquier parte en busca del tipo deseado de experiencias de entretenimiento”.


La convergencia ha transformado radicalmente la forma en que las personas interactúan con los medios y entre sí. Hoy en día, los usuarios no son meros receptores pasivos de información; se han convertido en participantes activos que crean y comparten contenidos, colaboran en proyectos colectivos y contribuyen al flujo continuo de conocimiento e ideas. Es decir, la convergencia no solo implica la fusión de plataformas y medios sino también la creación de nuevas formas de participación y colaboración que son esenciales para el desarrollo de una cultura verdaderamente participativa.


Como explica Jenkins (2006), esta circulación de los contenidos mediáticos (a través de diferentes sistemas mediáticos, economías mediáticas en competencia y fronteras nacionales) depende en su mayoría de la participación activa de los consumidores. Lejos de ser un proceso de índole exclusivamente tecnológica, el fenómeno de la convergencia representa un verdadero cambio cultural que promueve en los usuarios una actitud proactiva en la búsqueda de información y una tendencia a  establecer conexiones entre contenidos mediáticos dispersos.


Inteligencia colectiva

El concepto de "inteligencia colectiva", popularizado por el teórico cibernético francés Pierre Lévy, hace referencia a la capacidad de las comunidades para reunir, compartir y crear conocimiento de manera colaborativa. “Ninguno de nosotros puede saberlo todo; cada uno de nosotros sabe algo; y podemos juntar las piezas si compartimos nuestros recursos y combinamos nuestras habilidades”, explica Jenkins (2006) en su libro Cultura de la convergencia, “cada uno de nosotros construye su propia mitología personal a partir de fragmentos de información extraídos del flujo mediático y transformados en recursos mediante los cuales conferimos sentido a nuestra vida cotidiana”.


La convergencia ha potenciado la inteligencia colectiva al proporcionar las herramientas y las infraestructuras necesarias para que las personas colaboren a gran escala. Ejemplos de esto se pueden ver en iniciativas como Wikipedia o las comunidades de código abierto, donde los aportes de sus miembros generan una magnitud de conocimiento innegablemente superior a cualquier capacidad individual. De esta manera, la convergencia se produce en el cerebro mismo de los consumidores y a través de sus interacciones sociales con otros. Ese constante flujo de conocimiento, un murmullo de conversación a escala mundial, es cada vez más valorado por la industria mediática. Es por esto que resulta común ver a muchos medios tradicionales (televisión y diarios) pendientes de las tendencias de Twitter o de los videos más reproducidos en Youtube para entender qué es noticia; en otras palabras, dónde está la atención del público.


Cultura participativa

La cultura participativa es quizás el resultado más visible del paradigma de la convergencia. En este nuevo entorno, los usuarios no solo consumen contenido, sino que también lo crean, lo comentan, lo critican y lo transforman. Esta participación activa fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad colectiva, donde los usuarios se ven a sí mismos como co-creadores de la cultura en lugar de simples espectadores o consumidores. Ese lugar privilegiado que han empezado a ocupar los hace protagonistas de un poderoso motor de cambio social que puede gestarse desde algo tan simple como la creación de un meme hasta la organización de movimientos sociales y de resistencia a través de plataformas digitales.


En este contexto, las teorías que hace algunos años buscaban explicar el impacto de la comunicación mediática a gran escala entendiendo a los espectadores como una “masa” han quedado atrás. El empoderamiento de los usuarios ha generado una democratización del acceso y la producción de información, donde la voz de los individuos puede tener un impacto significativo en la sociedad y su respuesta a los estímulos mediáticos no debe ser subestimada. 


“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, el antiguo adagio griego popularizado por la película El Hombre Araña, sintetiza el gran desafío que trae consigo el auge de la convergencia digital y el empoderamiento de los usuarios. Esto es, usar esas posibilidades de interacción a escala global en favor del trabajo en equipo, la democratización de los procesos, el desarrollo y la creatividad, evitando las dinámicas de violencia, discriminación y aislacionismo.

 
 
 

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